martes, 5 de junio de 2012

El Tenerife de Quique.

                                              





Después de dos descensos consecutivos no era necesario ser muy avispado para saber que al CD Tenerife le esperaba un año durísimo, con una exigencia sólo comparable a la que tienen los mejores equipos del País, es decir, ser superior al rival en el marcador y en el juego. Entiéndase por juego ser protagonista del mismo,  teniendo como arma principal la posesión del balón. Es lo mínimo que esperaba una afición(10.000 espectadores de media)  desencantada, que en  gran parte no conocía la categoría de bronce. Lo cierto es que la demanda de una afición fiel, exigente y apasionada sólo se han podido satisfacer a medias. Desde el inicio del campeonato el equipo se instaló en lo alto de la tabla, pero los puntos conseguidos eran consecuencia de la capacidad individual para castigar errores rivales, y las actuaciones acertadísimas de Sergio Aragoneses. A partir de ahí se hacía complicado realizar un análisis sobre el estilo de juego del equipo. Ni Calderón, ni Tébar consiguieron dar una identidad concreta a la plantilla.

Teniendo en cuenta lo anterior y con la clasificación para las eliminatorias de ascenso en serio peligro se recurre a Quique Medina a cuatro jornadas del final. Quique, en el corto espacio de tiempo que ha tenido, y con el  objetivo del ascenso inalterado ha realizado un ejercicio de coherencia encomiable.

1- El contexto en el que se iban a desarrollar los partidos del Tenerife (sobre todo como local) estaba claro. Rivales que le cederían el espacio y el balón. Aún así en ningún momento se mostraron argumentos para poder superar las densas defensas rivales y acercarse con frecuencia al gol. En esta incapacidad se mezclan causas individuales y colectivas. La falta de un medio capaz de batir líneas rivales, unido a un funcionamiento global muy pobre fueron deteriorando la situación hasta el límite de llegar a las excusas irracionales de siempre: falta de actitud, de concentración, de intensidad....

2- Parece que Quique entendió rápido que el principal problema estaba en el desempeño en el césped. Ha optado por simplificar el juego, y para ello ha convertido en el epicentro al grancanario Aridane.Con el consigue saltarse la dos primeras líneas del equipo, que aguardan para otros menesteres. Él solo se basta para acercar al equipo a la portería contraria haciendo gala de su juego de espaldas. El resto de compañeros le rodea para aprovecharse de su trabajo. A partir de ahí se manifiestan las virtudes de sus compañeros, la técnica exquisita de Víctor Bravo, la verticalidad de Kike López y Perona; y los centros desde banda de Chechu. Este modelo le dio al equipo la posibilidad de quedar entre los cuatro primeros ( victorias ante Oviedo y Marino), y el pase de la primera eliminatoria ante el Badalona. A fin de cuentas jugar bien tiene que ver más con realizar lo necesario teniendo en cuenta los recursos y el contexto temporal, que con sensibilidades estéticas. El llevar el juego a los últimos 30  metros de campo ha hecho que en cuatro partidos se hayan creado más situaciones de gol que en el resto del año. Además esta forma de atacar condiciona la fase defensiva, ya que los repliegues del equipo se hacen en superioridad evitando posibles contras.

3- Esta apuesta determinada ha dejado por el camino a gente como Marcos Rodríguez, Ferrán Tacón o Luismi Loro, jugadores cuyas características no son propicias para este modelo de juego.

4- No hay mejor medicina para que un futbolista entre en confianza, que el equipo cuando salga al campo tenga un pensamiento único, es decir, que todos tengan conocimiento de los principios a desarrollar por el conjunto.Si es así aparecen como por arte de magia las famosas intensidad y concentración por arrastre. Y no al revés como defienden muchos.

5- Evidentemente lo recomendable es que la opción del juego directo sea una situación más a explotar y no se convierta en la solución única. Pero teniendo en cuenta el buen nivel actual de los jugadores llamados a explotarlo y el corto camino que nos queda, es razonable que se insista por ahí.



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