Hace unos meses pude ver en televisión una entrevista al jugador del Levante, Barkero. En ella el jugador vasco relataba como su entrenador, Juan Ignacio Martínez, trató de plasmar durante la pretemporada de su llegada al conjunto valenciano una idea de juego opuesta a la que tan buenos resultados le ha obsequiado durante su estadía en el banquillo granota. Su idea original era trasladar a su nuevo equipo las señas de identidad que se manifestaban en sus anteriores trabajos. No debe ser un secreto para los seguidores de la división de plata el juego alegre, con una clara inclinación de controlar los partidos a través de la posesión del balón de "su" Cartagena. Hasta que en el partido de presentación ante su público la realidad entró en conflicto con las intenciones del técnico. A los veinte minutos de partido perdían por dos goles a cero, a consecuencia de dos pérdidas de balón en zona de iniciación, con los centrales abiertos y los laterales evolucionados. Tras este partido, y según reconoce el propio Barkero, algunos jugadores con un peso importante dentro del plantel le trasladaron al técnico el clima de inseguridad que se estaba generando en el grupo. Esto supuso un punto de inflexión. Las consecuencias las conocemos todos.
Sirva este ejemplo como evidencia de que las sensibilidades del técnico deben quedar supeditadas a las posibilidades de los grandes protagonistas del juego, y las relaciones óptimas que puedan surgir entre ellos. No hay mejor entrenador que aquél que es capaz de conocer hasta las entrañas de sus jugadores, y a partir de de ahí velar porque se exponga sobre el verde lo que de ese conocimiento subyace. Es altamente complicado tratar cualquier circunstancia relativa al juego de una forma general y poder aplicar recetas universales allá por donde vamos. ¿Es posible tener unas pautas generales a cerca de cómo deben replegar tus jugadores, independientemente de que tus defensores sean Pepe y Ramos o Samuel y Cannavaro?, ¿se puede presionar tras pérdida, incluso si no tienes la suficiente densidad de jugadores propios cerca del lugar en la que se produjo?, ¿se puede jugar directo si ninguno de tus jugadores más adelantados domina la disputa aérea?, ¿puedes decir que Xabi Alonso no puede jugar como único pivote sin atender a lo que le rodea?.
Huir de simplezas y moralinas en pos de convertir a tus jugadores en el sustento de tu metodología e idea de juego es quizás el desafío más importante al que se enfrenta un técnico cuando asume un proyecto. Esta capacidad de adaptación requiere de una amplitud de miras importante, no es fácil ir en contra de modas y métodos supuestamente ganadores cuando los que escrutan tu trabajo son meros aficionados hechizados por las fórmulas exitosas.
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